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Estudio de la casa Schröder

  • Juan Ángel Rodríguez
  • 28 ene 2016
  • 2 Min. de lectura

He de comenzar este estudio aludiendo a la fascinación que tengo hacia esta construcción y que pretendo transmitiros en estas líneas. La Casa Schröder está considerada como una de las primeras obras realmente modernistas del mundo, y, cómo en otras tantas construcciones que han marcado hitos en la historia, hemos de agradecer que podamos disfrutarla tanto al arquitecto que la construyó cómo al mecenas que lo contrató, Gerrit Rietveld y la señora Truus Schröder, respectivamente. El diseño de la vivienda fue un trabajo en equipo, en el que él se encargó del diseño general y los colores, y ella del segundo piso.

Para poder apreciar la magnificencia de esta casa y la ruptura que supuso en su época debemos transportar nuestra mente al año en el que se construyó, 1924, cuando Holanda estaba invadida de Belgas que huían de la Primera Guerra Mundial y el racionamiento se hizo necesario en el país, los primeros coches personales empezaban a verse en las calles, y aun no se había realizado la primera emisión televisiva.

El edificio, situado en las afueras de Utrecht, rompió completamente con el resto de edificios que lo rodeaban, creando una obra singular y destacada en la manzana.

Las fachadas están formadas por superposición de planos que fluyen desde el exterior hacia el interior con el mismo esquema de colores primarios y neutros. Las superficies parecen deslizarse unas sobre otras, cómo en un cuadro modernista, dando lugar a voladizos, balcones, y juegos de luces y sombras.

En el interior, los colores primarios cobran protagonismo y son los encargados de dirigir al usuario por una vivienda que recuerda, en su recorrido, a una ciudad compuesta por plazas y calles. En él cada elemento está perfectamente diseñado para cumplir su función e integrarse en el uso de la casa, el mobiliario parece formar parte de la estructura misma del edificio creando un conjunto completamente conexo con el exterior.

La estructura del edificio es de vigas de acero con malla de alambre, que de

scansan sobre cimientos de hormigón armado, las paredes son de mampostería enlucidas y pintadas, esto le permitió al arquitecto la apertura de grandes ventanales situados en todo el contorno del edificio, incluso en las esquinas; un dato curioso es que las ventanas sólo podían abrirse 90 grados lo que favorece el encuentro de planos en la fachada.

Para hablar de las particiones interiores debemos separar la planta baja de la primera planta, ya que a la altura de la calle nos encontramos con un espacio estático y macizo, más tradicional, sin embargo en el piso de arriba, presenciamos el dinamismo en estado puro, a través de paredes que se mueven originando nuevos espacios, y es el suelo de madera pintada el que realmente limita los diferentes usos de la estancia.

Personalmente creo que el hecho de que sea la primera construcción de Rietveld añade un encanto especial a la misma, y puede que fuera infuenlciado de su anterior trabajo como ebanista, en el hecho de concebir el mobiliario cómo parte intrínseca de la vivienda.


 
 
 

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